El mundo parece haberse vuelto loco. Si hace unos años alguien me hubiera dicho que no solo viviría una pandemia en mi vida, sino también una guerra en el continente europeo y una dictadura en ciernes al otro lado del Atlántico (por nombrar solo los ejemplos más destacados), le habría sonreído educadamente y habría intentado salir de esa conversación lo más rápido posible. Sin embargo, han bastado apenas cinco años para vivir todo esto, y parece que solo es el principio.
Debo admitirlo: la tentación de encerrarme en casa y apagar el flujo constante de noticias horribles está ahí. Y eso que yo me encuentro en una posición privilegiada, ya que solo me he visto afectada de manera indirecta por estos acontecimientos. Entiendo perfectamente a quienes han tenido suficiente y tratan de aislarse del mundo, quienes solo quieren rodearse de familia y amigos y nada más, quienes desearían retroceder en el tiempo para recuperar la comodidad y seguridad que nuestra memoria nostálgica nos dice que teníamos en el pasado.
El problema es que hacer como el avestruz no solucionará nada. Al contrario, lo empeorará. Y hay una segunda verdad: no lograremos nada actuando en solitario, ni con nuestra pequeña comunidad, ni siquiera con nuestro gran país. Para problemas de esta magnitud, necesitamos aliados.
Necesitamos contar las historias positivas y sumar esfuerzos para que esto funcione. Nos corresponde a todos darle un rostro a Europa
La Unión Europea ha sido objeto de muchas críticas: que si es un monstruo burocrático y costoso, que si acumula cada vez más poder, que si está demasiado alejada de la realidad cotidiana de sus ciudadanos. Como suele ocurrir, hay algo de verdad en ello. La UE necesita reformas; hay mucho margen de mejora. Pero, aun así, es nuestra mejor oportunidad para superar todas estas crisis.
Y no solo eso: estar unidos ante las crisis es importante, pero no debería ser la única razón para estar juntos.
Cuando pienso en la UE, veo lo siguiente:
- En mi región, veo puentes construidos con fondos europeos, reservas naturales financiadas por la UE, oportunidades de formación en instituciones locales subvencionadas por la UE.
- Cuando viajo al extranjero, sé que puedo acudir al médico si enfermo y mi seguro lo cubrirá. Puedo usar mi teléfono sin temor a recibir una factura desorbitada a final de mes. Puedo confiar en que los dispositivos electrónicos, los alimentos y las infraestructuras cumplen los mismos estándares de seguridad que en casa.
- Incluso puedo mudarme a otro país si así lo deseo y tener derecho a trabajar sin necesidad de un permiso, recibir prestaciones por desempleo y votar en elecciones locales.
- Estudiantes, aprendices y jóvenes en formación pueden realizar proyectos o parte de sus estudios en otro país con financiación para ello.
- Las empresas pueden expandir su negocio más allá de las fronteras con la garantía de que existen leyes que serán respetadas. ¿El resultado? Un mercado más grande, más prosperidad, más empleo.
Estas son solo algunas de las primeras cosas que me vienen a la mente al pensar en ello.
Para mí, la Unión Europea es una de las grandes historias de éxito de los tiempos modernos. Sin embargo, fracasará si no cuenta con el apoyo continuo de sus ciudadanos, y no lo conseguirá si no difundimos sus logros y seguimos centrándonos únicamente en los problemas. Necesitamos contar las historias positivas y sumar esfuerzos para que esto funcione. Nos corresponde a todos darle un rostro a Europa.
Anita Schneider / «Talentos con Acento»
Anita Schneider es experta en comunicación y asuntos públicos. Nacida en Alemania, cuenta con una trayectoria de quince años trabajando en los ámbitos de la investigación, la educación y la innovación en Europa.
Su ADN se compone de una gran capacidad de organización, una mente despierta, pasión por la tutoría y una firme creencia en los beneficios de la colaboración. Actualmente ejerce como Interim Head of EuroTech Brussels Office. Las universidades integradas en esta prestigiosa alianza académica europea ha obtenido 1,3 billones de euros en el marco del programa Horizonte 2020.