España vaciada: La España que no necesita compasión, necesita acción

En un mundo que corre a la velocidad del algoritmo, donde los likes dictan el valor y las grandes ciudades monopolizan la narrativa, hay una parte de España que se apaga. La llaman la España vaciada. Pero cuidado: ese nombre encierra una trampa. Habla de vaciamiento, como si alguien más la hubiera despojado. Como si la culpa fuera de otros. No. La responsabilidad es nuestra. Y cuanto antes lo aceptemos, antes podremos cambiarlo.

La centrifugadora de la globalización

La globalización nos trajo progreso, sí, pero también ha sido una centrifugadora de identidades. Todo lo que no encaja en su lógica de velocidad y concentración ha sido expulsado. Mientras las metrópolis concentran talento, inversión y oportunidades, cientos de pueblos mueren en silencio. No por falta de belleza, ni de historia, ni de alma. Mueren por falta de visión. Mueren por nuestra falta de voluntad.

Yo nací en uno de esos pueblos castellanos donde el tiempo se mide por las estaciones y las cigüeñas son parte del paisaje. Hoy, vivo en Singapur y dirijo una empresa global. Camino entre dos mundos: el rural y el urbano, lo local y lo global. Me gusta pensar que soy un Ciudadano Híbrido, pero me obligo a preguntarme: ¿lo soy de verdad? ¿O he abrazado sin querer la mirada de quien ya no recuerda de dónde viene?

El vaciamiento rural no es fruto del azar ni de una única causa. Se debe a un conjunto de factores estructurales que se retroalimentan: la mecanización de la agricultura redujo la necesidad de mano de obra; la falta de servicios básicos como sanidad, educación o transporte expulsó a las familias; la ausencia de oportunidades laborales hizo el resto. A esto se suma una planificación territorial centrada en las grandes urbes y una política pública que, durante décadas, ignoró lo rural salvo para obtener votos. El resultado es una espiral de despoblación, envejecimiento y desinversión que convierte a muchos pueblos en escenarios sin futuro. Pero no porque no lo tengan, sino porque se lo hemos negado.

El nuevo puente: el Ciudadano Híbrido

Necesitamos puentes. Pero no de hormigón, sino de carne, hueso y compromiso. Personas que sean capaces de unir saberes, tecnologías y emociones. Personas que entiendan que dignificar lo rural no es volver al pasado, sino llevarlo hacia el futuro. Que innovación, digitalización y emprendimiento pueden nacer en un pajar, si hay voluntad.

Visité hace poco Honquilana, un pueblo desaparecido de Valladolid. No solo se quedó sin vecinos, sino que incluso le quitaron el cartel de la carretera. Desapareció dos veces: del mapa y de la memoria. ¿Qué clase de sociedad permite eso sin duelo? ¿Qué tipo de cultura arranca los carteles de sus muertos sin mirar atrás.

Necesitamos puentes. Pero no de hormigón, sino de carne, hueso y compromiso. Personas que sean capaces de unir saberes, tecnologías y emociones.

El nuevo puente: el Ciudadano Híbrido

Necesitamos puentes. Pero no de hormigón, sino de carne, hueso y compromiso. Personas que sean capaces de unir saberes, tecnologías y emociones. Personas que entiendan que dignificar lo rural no es volver al pasado, sino llevarlo hacia el futuro. Que innovación, digitalización y emprendimiento pueden nacer en un pajar, si hay voluntad.

Visité hace poco Honquilana, un pueblo desaparecido de Valladolid. No solo se quedó sin vecinos, sino que incluso le quitaron el cartel de la carretera. Desapareció dos veces: del mapa y de la memoria. ¿Qué clase de sociedad permite eso sin duelo? ¿Qué tipo de cultura arranca los carteles de sus muertos sin mirar atrás.

Castilla no es un decorado

Castilla fue el corazón que expandió a España. Desde sus fortalezas y campos nacieron repoblaciones, rutas comerciales y culturas que hoy nos definen. Ahora, sus raíces se secan no por agotamiento, sino por abandono. Castilla no es un decorado. Es el cimiento. Sin campo, no hay país. Sin memoria, no hay futuro.

Cada cartel arrancado es una memoria que se apaga. Cada escuela cerrada, un niño que ya no volverá. Cada pueblo muerto, un pedazo de nuestra alma que se esfuma. No se trata de caridad. Se trata de justicia. Se trata de identidad

La España vaciada no necesita compasión. Necesita fibra óptica. Necesita políticas valientes. Incentivos reales. Necesita dignidad. Pero, sobre todo, me necesita a mí, te necesita a ti.

Ejemplos que no esperan al BOE

Desde mi trabajo he liderado Honest Cashew, un proyecto que asegura condiciones dignas en Asia y África para toda la cadena del anacardo. Y cada vez que lo explico, me hago la misma pregunta: ¿y en nuestros pueblos? ¿Dónde está ese compromiso aquí, en Castilla, en Zamora, en Soria? Si garantizamos justicia a miles de kilómetros, ¿por qué no en casa?

Afortunadamente, frente a la indiferencia, emergen proyectos como la Fundación Mil Caminos, que no hacen folklore, sino desarrollo rural con dignidad. Formación, empleo, rebaños y queserías. Semillas de un nuevo modelo que no pide permiso. Actúa. Es la España que no espera al BOE.

Así que me pregunto: ¿Voy a ser parte del olvido o del renacer?

Porque hay dos formas de vivir este momento: seguir conduciendo con indiferencia o parar, mirar atrás y decidir ser parte del cambio. La elección es tuya. Pero recuerda: lo que no hagas hoy, mañana puede ser irrecuperable.

Frente a este escenario, hay soluciones técnicas claras y viables. No se trata solo de romanticismo rural, sino de aplicar inteligencia al territorio: desplegar infraestructuras digitales de alta velocidad, garantizar acceso a servicios esenciales mediante modelos mixtos (presenciales y virtuales), crear incentivos fiscales para la repoblación y fomentar ecosistemas de emprendimiento ligados a lo local —agrotech, turismo sostenible, energías renovables, manufactura artesanal digitalizada—. ¿Y qué puede hacer alguien como tú o como yo? Mucho. Desde invertir o colaborar en proyectos rurales, teletrabajar desde un pueblo, ofrecer mentoría o prácticas a jóvenes del medio rural, hasta algo tan sencillo como elegir productos de origen o promover redes de cooperación entre territorios y ciudades. Porque la repoblación no será solo un acto político: será una suma de decisiones individuales, conscientes y valientes.

Y Honquilana ya no tiene una segunda oportunidad. Nosotros sí.

Abel Santos / «Talentos con Acento»

Abel Santos (Martín Muñoz de las Posadas, Segovia) es Director General en Intersnack Procurement BV, una de los principales compañías de snacks a nivel mundial, con más de 15.000 empleados y operaciones en 31 países. El Grupo Intersnack generó unas ventas superior a 4.500 millones de euros en 2024. Tras casi ocho años en Singapur, liderando la expansión estratégica de la multinacional en Asia, Abel Santos ha regresado recientemente a Europa para asumir la máxima responsabilidad ejecutiva de la empresa.

Con una trayectoria profesional en constante ascenso, su perfil combina una sólida experiencia internacional con una visión clara de los retos globales más disruptivos de los últimos años. Nunca renuncia a sus raíces rurales y su compromiso con la diversidad, lo que otorga una perspectiva humanista a su liderazgo empresarial.